sábado, 30 de marzo de 2013

LAS REDES INFORMALES ¿NO TIENEN PRECIO?

                Toda organización es un ser vivo, compuesto por otros seres vivos unidos entre sí por distintos intereses. Que tanto el conjunto como sus elementos estén vivos genera multitud de relaciones, que pueden funcionar  en todos los sentidos imaginables.
                Además, estas relaciones pueden tener un origen institucionalizado o formal o, por el contrario, surgir de forma espontánea, anárquica e informal. Cada uno de estos dos tipos de relaciones tiene líderes, normas, culturas y canales de comunicación propios y específicos.
                Y lo que es más importante: ambos tipos de relaciones conviven (lo queramos o no) e interactúan de forma permanente. Lo importante  -y en mi opinión hasta obligatorio-  es que las organizaciones sean conscientes y valoren tanto las relaciones formales como las informales, porque ambas son necesarias para el desarrollo de la organización.
                La misma importancia, sino más, debe concederse a los líderes de cada forma de relación. Evidentemente, en el caso de las relaciones formales el líder o los líderes son siempre los mismos. No ocurre así 

A)     Concepto de red informal.
Podemos definirla cómo la que se crea de forma espontánea, entre miembros de una organización,  por la coincidencia en ellos de intereses comunes. Estos intereses pueden ser uno sólo (ejemplo clásico: reducción de jornada)  o varios (revisión del convenio colectivo y no deslocalización); pueden variar en un período de tiempo; pueden estar relacionados con la organización a la que los  interesados  pertenezcan, o ser independientes de aquélla (por ejemplo, los clubes deportivos de las empresas, las casetas de feria,…).
Debemos resaltar que, por muy formal o rígida que sea una organización, las redes informales estarán presentes de una manera patente  o más clandestina (Ejemplo: los sindicatos en la Guardia Civil u otros institutos sometidos a disciplina militar). Y ello por cuanto es innato al ser humano el sentimiento de que la unión hace la fuerza, que nuestros intereses serán más factibles mientras más compartidos sean.


B)     La importancia del líder informal.
Hay que resaltar que la condición de   “líder”  en las redes informales es tan espontánea y cambiante como la propia red, y dependerá muy mucho del interés o de los intereses que vinculen a sus integrantes. En todo caso, esa condición no suele depender de un atributo  jerárquica del líder, sino de una característica más personal (simpatía, capacidad de expresión o de movilización,….).
Y ojo, dentro de la red informal existe una jerarquía propia; jerarquía que  -cuando la red informal está plenamente referida a la organización-  puede dar lugar a otro diagrama de poder  paralelo al formal de la empresa.
El líder informal puede querer serlo o puede no querer este  “honor”. Y  esto es muy importante a la hora de asumir y de ejercer su poder tanto dentro como fuera de su red.
Imaginemos una asamblea de trabajadores previa a la formalización de una huelga. El líder informal que SÍ quiere serlo intentará por todos los medios convencer de su postura; pronunciará arengas más o menos encendidas y convincentes; procurará arrancar un compromiso inmediato de su auditorio a favor de sus tesis; puede perder interés por aquéllos de sus iguales que no le sigan, etc….
El líder informal que NO quiere serlo expondrá su posición de forma generalmente más tranquila y desapasionada; no pretende convencer a nadie sino simplemente ser oído; y sobre todo no suele tener interés en que el auditorio se le sume.


C)     Control/Fomento de la relación informal:
Es evidente que, mientras más rígida sea una organización, habrá una mayor tendencia a conocer, controlar e incluso desmontar las redes informales. Ello es señal inequívoca de inseguridad y desconfianza y conducirá sin remedio al más absoluto fracaso.
Pero además, cerrar los ojos a esta realidad es perder mucho: críticas internas reveladoras de la verdadera situación de nuestro personal; nuevas iniciativas y soluciones surgidas  “a pié de obra”; imposibilitar la interacción y colaboración de distintos departamentos o niveles jerárquicos; etc….
Por tanto, eliminar las redes informales no sólo es imposible, sino también erróneo. Lo siguiente sería saber sin son  fomentables  y/o controlables.
No podemos desconocer que las redes informales suelen ser fuente de rumores (radiopasillo), con mejor o peor intención de fondo, y pueden tener efectos muy dañinos, tanto en la propia organización como en el exterior. También será un  “estamento problemático”  cuando la red formal no tiene la misma actividad que la  informal, de forma que ésta se convierte en el eslabón dominante de la organización en vez de en un elemento complementario (por ejemplo, cuando la red formal no emite información, o la que emite es sesgada o muy compleja).
Y ahí es dónde puede y debe entrar el poder de control de la organización para desmontar esa bomba de relojería. ¿Y cómo hacerlo?. En principio, toda sanción a esa conducta puede ser tan negativa como el propio rumor. Mi propuesta sería que la organización diera un paso al frente de forma inmediata y actuase: que comunique la decisión adoptada o que aclare la verdad o mentira del rumor que circula.   Y en este paso hay que tener en cuenta también el lenguaje no verbal utilizado: seguridad, afabilidad, seriedad (que no severidad), persona adecuada,….
Pero la red informal tiene ventajas que debemos saber aprovechar: se organiza sóla y no requiere invertir  tiempo o recursos para que se cree y funcione; es una importante fuente de feedback sincero y real; fomenta la conexión total dentro de la organización; a veces, saltarse la rigurosa escala jerárquica permite decisiones rápidas y, por tanto, más efectivas, ….