martes, 19 de noviembre de 2013

SI LA MÁQUINA DE CAFÉ HABLARA,.....


 
                Al hilo de un proceso de reestructuración que estoy gestionando y leyendo el magnífico artículo de Pablo Retana llamado  "La gestión del miedo", me ha venido a la cabeza una pregunta:   ¿cómo y dónde  expresamos nuestras ideas, quejas y preocupaciones?; ¿dónde y cómo nos desahogamos o expresamos?.

            Muchas veces digo  (y perdonadme por la generalización) que somos muy de hablar pero poco de actuar. Nos pillamos los rebotes más grandes del mundo mundial, tenemos las mejores ideas e iniciativas, pero CASI nunca damos un paso adelante y actuamos en consecuencia.

            En el ámbito de la empresa, la cosa se agudiza aún más: vamos a la máquina de café y nos  "confesamos"  con el compañero o la compañera; le contamos lo mal que nos están tratando o el desastre que es nuestr@ jef@; el futuro tan negro que nos espera cómo no se hagan las cosas de otra forma, le decimos que tenemos una solución maravillosa (el archiconocido síndrome de la máquina de café). En definitiva, buscamos la complicidad y el consuelo de quién (por regla general) no puede hacer nada por solucionar el problema ni por dar vida a nuestra idea.

           

            Pero aparte de la propia condición humana, ¿hay otros factores que propician esta conducta?. Yo creo que sí. Podemos enumerar los siguientes:

            - Excesiva departamentalización y/o jerarquización: cuanto más puertas haya que tocar, cuantos más filtros haya que salvar, mientras más estrecha y alta sea la pirámide, mayor facilidad para que la propuesta, la idea o la queja se diluyan.

            A veces se consigue un efecto positivo: es aquello de cuenta hasta 100 antes de hablar. Pero también hay consecuencias negativas: el/la de arriba no sabe que pasa realmente fuera de su despacho, se pueden perder propuestas  de talento, se impiden sinergias fructíferas,....

 
            - Forma de participación/implicación:  a veces, la cultura de la empresa, su política de recursos humanos, pasa por valorar exclusivamente lo que se diga en determinadas instancias, por no negociar ni debatir las decisiones de calado, por oír (sin escuchar) lo que se dice en otras instancias (por ejemplo, las redes informales).  

            Se considera que esta cultura tiene efectos positivos: lo " importante"  se decide en un entorno confortable y cómodo, por conocido. Se dice que mientras más difusión tenga una propuesta más se dispersará el  "core"  de esa propuesta, lo que sólo supondrá una pérdida de tiempo y recursos,....

            Pero también hay grandes efectos negativos: se propicia la falta de compromiso y de identificación de determinados niveles de la organización, se potencia el peligrosísimo inmovilismo,... En definitiva, si sólo sentamos en la mesa a l@s elegid@s de siempre, podemos perdernos una gran sobremesa.

           
            - La cultura del miedo: cuando las cosas son así porque yo lo digo, cuando  "tu trabajo no es pensar", me reconozco incapaz de citar ni un sólo efecto positivo. Y si hay que emplear la mano dura para salir del agujero, te recomiendo encarecidamente retrotraerte en el tiempo y ver cuándo y por qué se cayó en el agujero.

           
Pero el miedo también puede sentirse en la cumbre o en un campo base: miedo a que alguien sepa más que yo o a que se demuestre que yo no sé todo lo que se supone que debo saber, miedo al cambio,... miedo a perder mi estatus.

            En estas prácticas o miedos sólo veo consecuencias negativas: cuando los antecedentes dicen que quien se mueva no sale en la foto, nadie dará un paso adelante ni en los momentos más necesarios.

 

 

Por tanto, yo propongo fomentar la cultura de la ESCUCHA ACTIVA Y SIN LIMITACIONES ni por el transmisor,  ni por el receptor ni por el cauce.  

Y te curso una nueva invitación: quiero escucharte, querid@ lector@. ¿Me sugieres otro causa para el síndrome de la máquina de café?. ¿Compartes conmigo alguna solución?.