martes, 10 de octubre de 2017

EL TALENTO NO ES UN TROFEO.





No, no puede ser algo que una vez conquistamos (quizás con mucho esfuerzo/dinero) y que luego olvidamos expuesto en una estantería.  Y tampoco puede ser uno de los cromos de una colección que, una vez completada, guardamos en un rincón y no volvemos a mirar.

 

Al talento hay que convertirlo en útil, utilizable y utilizado.   Decir que tenemos a un/a licenciad@ en XXXXX sirviendo las copas en nuestro bar no es algo de lo que presumir.  Creo que estas situaciones dicen pocas cosas buenas de la situación del país.

Pero  tampoco habla bien de quien exige más de lo que realmente  se necesita para realizar las funciones de un puesto concreto.

 

Al talento hay que ponerlo a trabajar, CADA DÍA.  De lo contrario se oxidará y perderá todo su sentido y valor.  ¿De qué nos sirve tener algo que en su momento tuvo valor pero que hoy se ha quedado obsoleto?.

 

Al talento hay que retarlo constantemente.  Quien tiene un talento, tiene un tesoro y quiere recibir el valor que le da. Pero ese valor no sólo se mide en dinero:  ya sabemos que el crecimiento personal y profesional es la nueva moneda.

No se trata de exigir que cada día nos ofrezca un invento, una receta mágica,… se trata de que se vaya preparando, formando, para que esté listo cuando lo necesitemos.

 

Si queremos presumir del talento que tenemos en nuestra organización, debemos tener causa para ello.   Es decir, hemos debido de ser capaces de:

* rodearnos de personas que quieran trabajar CON nosotr@s, no de quienes no tengan más remedio que aceptar lo que le ofrecemos;

* hacer que ese talento sume a nuestros propósitos, a nuestro negocio, no que se limite a ser una anécdota o un adorno en un curriculum;

* sacar rendimiento de lo que tenemos.  Lo que no se usa, ocupa mucho espacio y, al final, acaba desvencijado y en la basura.

 
 

Elbert Hubbard decía que  Existe algo mucho más escaso, fino y raro que el  talento: la capacidad de reconocer a los talentosos”.  Y Warren Bennis añade  que  “la manera de atraer y motivar a las personas determina el éxito de un líder”.

Además, de acuerdo con Frederick Herzberg,  “la verdadera motivación viene del logro, desarrollo personal, satisfacción en el trabajo y reconocimiento”.
 
Dicho todo lo anterior, sólo nos queda hacer una pregunta  ¿cómo quieres gestionar el talento de tus RRHH, como una colección o como una inversión?
 
 
 
 
 
Foto  Pixabay
 

 

 

martes, 3 de octubre de 2017

NO SOLO IMPORTA EL OBJETIVO



 

                Cuando nos planteamos  (o nos plantean un objetivo), solemos caer en un grave error: nos centramos en el resultado y nos olvidamos del camino.  Es decir:  nos ponemos/nos ponen en marcha inmediatamente y nos olvidamos de preparar el camino.

                Porque es cierto que el objetivo, la meta es importante, pero   no podemos olvidar que, para llegar hasta allí, hay que cuidar otros factores, que se convierten en instrumentos imprescindibles para alcanzarla o, al menos, para llegar hasta ella más fácilmente.

 

1.- LA ELECCIÓN DEL CAMINANTE.
                Seguimos con la metáfora del camino.  Ya sabemos el punto exacto al que queremos llegar, nuestra meta. El siguiente paso es elegir a la persona que hará el camino POR/PARA/CON  nosotr@s.  

                Y en esta elección hemos de tener en cuenta que no tod@s estamos preparad@s para alcanzar el mismo objetivo o para hacerlo en el momento en que se nos pide; o que quizás no tod@s somos partidari@s de seguir la misma ruta o de hacerla en el mismo número de etapas.

 
                ¿Podemos esperar a que el/la caminante esté preparad@ para echarse andar o tenemos prisa por llegar a la meta?. ¿Podemos dejar que el caminante decida cuándo y/o cómo hacer el camino?. ¿Podemos dejarle que cambie el rumbo si se ha equivocado al leer el mapa?.
 

2.- LOS ESTÍMULOS DEL/ DE LA CAMINANTE.
                Señalar una meta y elegir a la persona adecuada para trabajar en su consecución no garantiza el éxito.  También hay que darle el motivo para que empiece a andar, por el camino previsto y con el ritmo establecido.

                Ya sabemos que hay personas que vienen “motivadas de casa”, pero que hay otras a las que hay que conquistar cada día. Igualmente, sabemos que el motor de cada caminante puede ser distinto  (el reconocimiento, la recompensa económica, el reto,….).  
 

                Preocúpate por saber qué pone en marcha a cada persona y si ese estímulo puedes proporcionárselo en cada una de las etapas del camino. Porque no hay mayor freno que las promesas incumplidas.

  

3.- LA MOCHILA DEL/DE LA CAMINANTE.
                Ya sabemos qué meta queremos alcanzar y quién va a acometer el reto.  Ahora debemos buscar las mejores zapatillas y la mejor intendencia de las que podamos disponer en función del camino concreto a recorrer: ¿de cuántas etapas consta el camino, qué temperatura vamos a tener, quién y cómo nos va a acompañar, a quién podemos recurrir en caso de algún incidente?. 

                No lo dudes: no vale sólo con señalar un objetivo y sentarse a esperar un resultado. Si quieres ser parte del éxito, si pretendes exigir un resultado, debes implicarte al 100% y poner a disposición de l@s  caminantes todos los elementos y recursos necesarios.

 

4.- EL ALBUM DE FOTOS.
                Has llegado al final del camino. Ahora toca recolectar las fotos y vídeos que hemos hecho durante todo el trayecto para rememorar lo vivido y fijarnos en detalles que, quizás, nos han pasado desapercibidos durante la caminata. Toca hacer balance, contar las anécdotas vividas y repasar las fotos.

                Es momento de evaluar si hemos escogido un buen camino,  si hemos elegido a l@s caminantes adecuad@s para lograrlo, si hemos contado con los medios necesarios,…..
 

                 Recuerda que,   al analizar el resultado del plan de acción, no puedes limitarte a ver si se ha alcanzado el objetivo esperado.  También hay que analizar los errores que no se han percibido antes y, sobre todo, agradecer lo conseguido. Sólo así podrás contar de nuevo con l@s caminantes.