Llamado también “síndrome de alta exposición”, es un término acuñado y utilizado fundamentalmente en Reino Unido, Irlanda, Australia, y Nueva Zelanda para describir un “fenómeno social por el cual personas con méritos genuinos son odiadas, criticadas o atacadas a causa de que sus habilidades o logros las colocan por encima de sus colegas o las distinguen de ellos” (Wikipedia).
Judi James (“The tall poppy” y “El arte de confiar en ti mismo”) dice que este síndrome es una metáfora sobre cortar las mejores flores, las más altas, para que las pequeñas no salgan perdiendo en la comparación. En su opinión, esta enfermedad implica que nos gusta idealizar a alguien “antes de derribarlo de su pedestal y machacarlo sin piedad”.
Pero también habla de una vertiente autodestructiva de este síndrome, que puede materializarse en dos modalidades distintas:
a) permitimos que el éxito entre en nuestras vidas y después nos autodestruimos con la venganza;
b) nuestros miedos subyacentes pueden hacer que los éxitos conseguridos no nos motiven de la manera que esperamos. “¿Tus objetivos en la vida son erróneos?”.
En su libro “Lo que los ricos saben y nunca explican a nadie”, Brian Sher señala que todos somos únicos en algo pero que a la mayoría se nos ha empujado hacia la mediocridad y el conformismo, obligándonos a pasar desapercibidos.
Y al que se atreva a destacar corre el riesgo de ser víctima de este síndrome. Señala Sher que esto no casa con el hecho de que la sociedad premie la singularidad y talento en los negocios, las artes, el deporte,….
En opinión de Sher, tenemos que atrevernos a brillar, a ser únicos, a convertirnos en el polo opuesto a la mediocridad porque eso “es lo que permite destacar. Lo que induce a la gente a tener un trato con usted en vez de con otro o a seleccionar a su empresa en vez de a una competidora”.
Pero es verdad que todos buscamos y tenemos héroes/heroínas; que idealizamos a personas de las más diversas profesiones, actividades, logros,…... Y los divinizamos hasta tal punto que le atribuimos cualidades que no tienen; y a veces, hasta casi mágicas.
Recuerdo a un amigo que un día coincidió en un restaurante con Maradona; estuvo hablando con él, se hizo fotos, le pidió un autógrafo,…. Cuando nos contaba este encuentro, decía que había estado encantador, simpático y amable. Y resumió con la frase “es un tío muy humano”.
Incluso somos capaces de perdonarles que se salgan de aquella imagen idílica, mística que le vamos atribuyendo en nuestra imaginación; para ilustrar esta frase me vale la misma persona del ejemplo anterior.
La pregunta entonces es ¿sólo buscamos y reconocemos a esos héroes o a esas heroínas cuando los sabemos lejanos?. ¿Sólo somos capaces de admirar a quien no puede amenazar nuestro status?.
Si nos encontramos a una persona destacada/destacable en nuestro pequeño reino ¿hasta dónde podríamos llegar para librarnos de su amenaza?. ¿Los atacaremos sin descanso?. ¿Intentaremos por todos los medios buscar sus defectos?. ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar para eliminar su sombra?. ¿Es mejor rodearnos de mediocres que nos bailen el agua?.
Y si los brillantes somos nosotros ¿nos autocensuraremos para evitar ser víctimas de este síndrome?
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