Much@s hemos
oído el refrán "donde hay
confianza, da asco"; o lo que es lo mismo: cuando nos encontramos
en situaciones o con personas con las tenemos mucha familiaridad, trato o
confianza, perdemos la forma y la consideración mínimas debidas.
Y en la gestión de personas
caemos muchas veces en este pecado. ¿Os suena el llamado "castigo al bueno"?. Es decir, cuando tendemos a cargar de tareas
a una persona porque pensamos que lo va a hacer mejor o más rápido o con menos quejas que la
persona verdaderamente responsable de su
ejecución.
Pues bien, si los castigos - por definición- no
suelen ser buenos, aún es peor cuando ese castigo lo convertimos en un
abuso, traspasando esa delgada línea roja que existe entre la colaboración
y el sacrificio, entre arrimar el hombro y cargar las espaldas.
Y,
desgraciadamente, hoy cruzamos con mucha frecuencia esa línea roja invisible
por distintas razones y de distintas formas.
i.- En las reestructuraciones de
plantilla, despedimos personal pero no cerramos líneas de
producción; pretendemos que ese trabajo que antes hacían diez personas ahora lo hagan entre
siete.
Y aunque nos
demos cuenta de esa carga de funciones, cerramos los ojos y nos limitamos a pedir paciencia
"hasta que la cosa mejore". Pero olvidamos que si seguimos con estas
prácticas al final veremos como el talento
que tenemos nos abandonará porque "polivalente
no equivale a omnipotente".
ii.- El síndrome de la imprescindibilidad. A tod@s nos gusta sentirnos los reyes/las
reinas del mambo, apreciad@s, valorad@s, únic@s e indispensables. Y eso puede ser por una mera cuestión de
orgullo personal o profesional o, lo que es peor, por una sensación de miedo.
Miedo a
perder el estatus
que hemos alcanzado, a que nos supere
quien estaba por debajo de nosotr@s, a que se noten nuestras carencias,...... Y también
miedo
a perder el empleo que hemos conservado u obtenido en una situación
de crisis.
Ese miedo hace
que nunca digamos "NO" a nada; que arrimemos el hombro y nos carguemos las
espaldas, sin pensarlo ni
cuestionarlo; que asumamos todos los "castigos al bueno" que nos impongan. Y, además,...... hasta
agradecidos.
Quienes sufren estas situaciones no suelen
quejarse, sea por una lealtad mal entendida, sea por miedo a dejar
de ser imprescindibles o a perder su puesto....... Y con ello, se hunden más en una espiral casi sin salida.
Hasta que llega un momento en
que estallan y PRETENDEN frenar. Sí,
PRETENDEN, porque cuando
lo intentan se encuentran con la incomprensión y perplejidad de su entorno: "¿qué bicho le ha picado?; estará
cansad@; tendrá problemas en casa; cógete
unos días de vacaciones y cuando vuelvas
ya veremos"....... Estas
son algunas de las respuestas que
reciben a sus quejas. Ah, y mi
favorita: "pues todo esto es culpa tuya:
tienes que aprender a priorizar y a delegar". Y nos quedamos tan a gusto.
Pues no. La culpa (o, al menos, la mayor parte de la culpa) la tenemos l@s responsables de las políticas de personal. No debemos tolerar jamás que se traspase esa línea roja, so pena de quemar/perder el talento.
Tenemos que asumir que la expresión "RECURSOS HUMANOS" tiene dos términos, y que el segundo habla de "PERSONAS".