Hoy no voy a hablar de trabajo, sino de sentimientos, PERO CON UN POCO DE SORNA, para reírme de mí misma. Y aunque soy plenamente consciente de que estos dos síndromes pueden afectar por igual a hombres y mujeres, me voy a centrar en nosotrAs. Pero OJO: admito (y me gustaría contar con) sugerencias, críticas, aportaciones y comentarios de ellOs.
No soy psicóloga, ni psiquiatra, ni médico, así que debo empezar por pedir perdón por los errores en los que pueda incurrir al hablar de estos dos síndromes. Y ruego encarecidamente que -si alguien quiere más información sobre ellos-, acuda a un profesional en la materia. Sólo pretendo “desengrasar” un poquito.
El síndrome de Cenicienta. De él habló por primera vez la psicoterapeuta y educadora Colette Dowling, quien lo conceptúa como el miedo de las mujeres a su independencia, miedo que les genera un deseo inconsciente de ser atendidas, cuidadas, protegidas y “salvadas” por otros; fundamentalmente buscan ser rescatadas por su pareja sentimental.
Se dice que tiene las siguientes consecuencias:
- Quien lo padece se afana por conseguir un príncipe/una princesa azul que tenga belleza, dinero, poder, influencia,… y la rescate de su “dura y triste” realidad.
- Se idealiza al rescatador, atribuyéndole todas las cualidades que la afectada, en su fantasía, considera necesarias e imprescindible. Ese ideal es tan ilusorio que jamás se encuentra; por ello la Cenicienta vive comparando y, lo peor, es que nunca encontrará a su príncipe/princesa.
- Con ello, se sentirá permanentemente frustrada en todas las facetas de su vida: nada la satisface, nada le hace sentirse plenamente feliz, porque no encontrar a su ideal es como resignarse a vivir en una soledad no deseada.
Hasta aquí la teoría de los casos más graves. Hablemos ahora de nosotras mismas y confesémonos: a veces hemos discutido con nuestra pareja y hemos pensado (más o menos en serio) ¿qué he hecho yo para merecer esto?. ¿Cómo sería mi vida si en vez de con éste me hubiera casado con aquél, que además estaba loco por mí y me tenía como a una reina?.
Y le damos vueltas a la cabeza buscando los defectos “del contrario”; rumiamos nuestra tristeza y enfado durante todo el tiempo que nos dure el rebote con nuestro “sapo” particular.
Es curioso. Pero cuando las cosas con nuestra pareja nos van estupendamente, cuando vivimos en un período de “luna de miel” no solemos decir; ¡¡¡qué bien he elegido. He tomado la decisión correcta y me he quedado con el mejor¡¡¡. Y en las escasas ocasiones en las que lo hacemos, solemos despedir este sentimiento rápidamente, con una sonrisa y, a veces, con un beso inesperado o un achuchón a nuestr@ “príncipe”/”princesa”.
Mi pregunta es ¿de verdad queremos a alguien ideal a nuestro lado, permanentemente?. ¿Necesitamos que nos salven porque no somos capaces de sobrevivir por nosotras mismas? ¿A qué no?. Pués eduquemos y eduquémonos en la autonomía y la independencia. Y no sólo económicamente, sino sobre todo en la independencia de pensamiento.
En el extremo contrario nos encontramos con el “síndrome de la supermujer o superwoman”, denominación atribuida a Marjorie Hansen Shaevitz (directora del Institute for Family Work and Relationships, en La Jolla, EEUU) tras publicar en1.984 su libro “El síndrome de la supermujer”.
Según la autora, padecen este síndrome las mujeres que no quieren renunciar a ninguna de sus facetas (profesional, familiar, personal,….) y, además, quieren ser perfectas en todas y cada una de ellas: quieren ser las perfectas profesionales y madres,esposa ideal, anfitriona maravillosa, hija modelo, la amiga más fiel,…. Todo a la vez.
La mujer afectada siente que debe ser perfecta, quiere serlo y se autoexige hasta límites insoportables que afectan a la salud física y mental, a las relaciones sociales, laborales y familiares, ………; a su vida en general. Cualquier fallo (o lo que sólo ella considera fallo) la situará en una situación de insatisfacción permanente.
La supermujer se considera imprescindible, sin ella nada puede hacerse bien; debe controlarlo todo: es el centro de todo su universo. No es capaz de delegar ni compartir responsabilidades porque ello puede ser admitir su incapacidad.
Dejemos aquí la teoría y los casos dignos de estudio clínico, y cuestionémonos nuestra propia realidad. Muchas de nosotras somos (o hemos sido y seguro que seremos) afortunadas por poder elegir qué rol o roles queremos asumir: sólo esposas y madres, sólo esposas y trabajadoras, sólo trabajadoras, ………….. o todo a la vez.
Perfecto: estamos en nuestro derecho. Entonces ¿para qué crearnos una carga más pretendiendo hacerlo todo bien?. Chicas, …………. hay que espabilar.
Reconozco que mi juventud estuvo al borde de convertirme en una superwoman de manual. ¿Cenas de Navidad? Tenían que ser en mi casa y legendarias: lo mejor de mi menaje, los platos favoritos de cada uno, el ambiente más adecuado, los adornos más bonitos, …. Y por supuesto mi mejor “yo”. ¿Y lo que me queda mañana?.
Sin embargo, mi mochila vital y mi madurez me han liberado a tiempo de hundirme en este mal. ¿Cenas de Navidad?. ¿Tienen que ser en mi casa?. Bueno, pues a ver cómo simplifico las cosas; mira qué platos de papel tan monos; estas empanadas precocinadas están de muerte; con este pantalón paso mucho menos frío,…… Mañana no tengo que madrugar.
Versionando la canción infantil: Yo no soy perfecta, ni lo quiero ser, porque las perfectas se echan a perder. No quiero más problemas que los justos.
Permitidme ahora una pregunta para ellOs: ¿tenéis algún complejo o síndrome parecido?.
¡¡¡BUEN FINDE A TOD@S¡¡¡