Empezaré con dos obviedades: Nos relacionamos porque nos
comunicamos. La base de una comunicación
eficaz es la escucha activa. Pero es necesario recordar que tan importante es escuchar
(que no oír) como la forma en la que escuchamos:
nuestra actitud de escucha y/o de
observación (lenguaje no verbal) puede
determinar el éxito o el fracaso del proceso comunicativo y de la relación en
la que éste se inserta.
- incluir en la
comunicación prejuicios
o estereotipos sobre nuestr@ interlocutor/a (que me
va a enseñar este niñato a mí, que le
doblo la edad; ésta se cree que como es
la jefa sabe más que nadie...);
- dejarnos llevar
por las "percepciones recíprocas o de
espejo"; es decir, por lo que creemos que la otra persona
piensa de nostr@s (se cree que por que soy joven no tengo ni idea; ha dicho eso porque cree que es lo que quiero
oir....)
- por culpa de
uno o ambos de los errores anteriores, prejuzgamos y juzgamos a nuestr@
interlocutor/a y, con ello, sus palabras, sus gestos, sus motivos e incluso a la propia persona.
Y seguramente entonces seamos más que injust@s.
En mi opinión, cuando en un proceso comunicativo, en una relación, incurrimos en cualquiera de estos errores, el resultado es arriesgarnos al fracaso absoluto:
b) La
posición que pretendamos ocupar en la relación se tambaleará, porque nos hemos centrado en nosotr@s mism@s,
en nuestras opiniones y percepciones recíprocas, y no en lo que el otro/la otra nos está
contando o en cómo nos lo está contando.
c)
No
comprenderemos el porqué de cada paso que pueda dar nuestr@
interlocutor/a. Y esto es fundamental
cuando nuestro objetivo es conocer a fondo al otro o la otra, sus
debilidades y fortalezas (por ejemplo en
un proceso negociador).
d) Limitaremos
las posibilidades de cualquier otra relación futura con la otra
persona: ya la hemos prejuzgado o etiquetado, ya creemos saber qué piensa de
nosotr@s y, como seguramente la relación acabará en fracaso, habremos cerrado puertas
definitivamente.
Foto Pixabay |
Permíteme, entonces, acabar con la
pregunta con la que inicié esta reflexión:
¿escuchas o juzgas?.