Estamos en un época muy, muy complicada en el ámbito laboral, que –entre otras cosas- se caracteriza por una sucesión de desafíos casi diaria. Y los desafíos son para todos, trabajadores y organizaciones.
Así, además de los referidos a los derivados de la situación económica o como parte de ellos, las empresas deben esforzarse por mantener a los mejores de entre sus filas o intentar atraer a aquéllos que, siendo los mejores, no están con ella. Sabido es que, en cualquier época, los buenos profesionales siempre tienen su hueco.
Por tanto, una de las políticas claves de toda organización debe ser IDENTIFICAR AL MEJOR PROFESIONAL, CAPTARLO Y COMPROMETERLO con nuestra organización. Y si el mejor ya está con nosotros, debemos reconocerlo y premiarlo para engancharlo a nuestro proyecto.
Así, el primer paso es la identificación de quienes lo están haciendo bien, de acuerdo con los objetivos marcados. Y el segundo, reconocérselo. Pero ¿cómo?.
Meghan M. Biro (columnista en Forbes) señala que la compensación económica no es el principal factor de permanencia en una empresa. En su opinión, lo que ansían los trabajadores es retroalimentación positiva, el refuerzo de líderes y compañeros, que su logro se vea, se aprecie y se celebre.
Meghan propone cinco puntos clave para el reconocimiento: debe hacerse en el momento, en el contexto, proporcionado al esfuerzo a recompensar, auténtico (alejado de sistemas automatizados), y “atado a la percepción de valor del empleado”.
Considero que éste último punto es el más importante para conseguir un reconocimiento “útil” para el merecedor. Habrá quien quiera un viaje al lugar de sus sueños, pero habrá quien prefiera que se le permita realizar una parte de su trabajo en casa, habrá quien quiera una recompensa económica y habrá quien se sienta mejor valorado si se le permite realizar una parte de su trabajo en casa o si tiene una promoción profesional más o menos continuada.
Por tanto, esta retribución o reconocimiento a los mejores requiere que éstos sean oídos, que se permita su participación en la determinación de sus condiciones laborales; es decir, convertirlos en colaboradores.
Y quedarse con los mejores supone invertir en el futuro de toda organización. El trabajador contento es el mejor cliente para una empresa, su mejor recomendación, el elemento más comprometido y duradero con el que cuenta la empresa para seguir adelante y alcanzar la calidad total. Y este reconocimiento y forma de premiarlo debe ser parte de la cultura de la empresa.
El empleado satisfecho, lo lucirá, lo llevará a gala.
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