El consenso es el "Acuerdo producido por
consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos"
(Diccionario de la Real Academia
Española). Y es el mínimo necesario para que las cosas funciones cuando hay
diversidad de opiniones, creencias, sentimientos o intereses.
La nueva Ley de Educación va a aprobarse sin el consenso de todos los Grupos Políticos de las Cortes Generales. Es más, ya hay un acuerdo para derogarla en cuanto el actual Gobierno pierda su estatus.
Este
dato, y con independencia del contenido concreto de la Ley, convierte a este
texto en un instrumento político de imposición de ideas, más que en un instrumento eficaz para regular -de una vez por todas- uno de los servicios esenciales que puede
ofrecer cualquier Estado a sus ciudadanas y ciudadanos: la educación.
Y
tanto si la Ley es buena como si es mala, al existir ese compromiso de derogación, nos
encontraremos con que nuestr@s hij@s se regirán por un sistema u otro, en
función del curso en el que les pille la aprobación de la Ley o su derogación.
¿Es esto lógico?. ¿Es, siquiera,
mínimamente racional y operativo?.
Que
el sistema educativo de este país necesita cambios es una cosa indiscutible: os
invito a leer el Informe del Programa para la Evaluación Internacional
de Alumnos PISA.
Es
cierto que l@s Diputad@s y Senado@s son
l@s encargad@s de representar a los ciudadanos y a las ciudadanas, de
manifestar nuestra voluntad. De otro modo y a grandes rasgos: se entiende que
lo que ellos y ellas votan es lo que nosotr@s votaríamos (en función del
partido al que cada un@ hayamos otorgado nuestra confianza).
Pero
en temas como éste, de la importancia de éste, esa falta de consenso NO DEBE salvarse con la aplicación de una mayoría
parlamentaria. Si tanto nos interesa imbuirnos en la cultura de Europa,
¿porqué no nos sumergimos para todo?.
Quiero decir ¿no hubiera sido más europeo y, sobre todo, más racional
someter la ley a un referéndum?.
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