Afortunadamente (y con excepciones), mi faceta de Abogada me suele permitir actuar de una forma más reflexiva y menos apasionada, pues hoy día desde que nos entra un caso hasta que llega al tribunal pueden pasar un “mínimo” de tres meses. Mis compañeros togados entenderán perfectamente el resaltado.
¿Y en el terreno de la gestión de las personas?. ¿Qué ocurre aquí con las prisas?. La verdad es que me precio de conocer a las personas, de tener un cierto sentido especial para detectar lo que me gusta. Y quien me conoce en esta faceta profesional, sabe que suelo contactar a posteriori con aquéll@s candidat@s que me han gustado espacialmente para un puesto y que -por distintas razones- han sido descartad@s por la empresa para la que trabajo.
Lo hago porque veo en ell@s ese algo especial que l@s convierte en personas especialmente válidas o interesantes. Como dice una compañera en estas lides: son esas personas que querrías para tu empresa.
El miedo a las prisas es, en general, más liviano cuando nos embarcamos en la búsqueda de candidatos pasivos. Pero se agrava, al menos para mí, cuando se trata de búsqueda de candidatos activos (los que responden a una oferta concreta). Y aquí sí que suelo estar sometida a plazos más cortos. A lo que se añade la presión de revisar cientos y, a veces, miles de candidaturas (¿a qué no exagero nada, compañer@s?). Esto sí que me produce inseguridad.
Es cierto que procuro dar un par de vueltas a cada una de las candidaturas que voy descartando en cada fase de la selección. Pero a veces no puedo, ¡¡¡no me da tiempo¡¡¡.
Sé que para muchos la entrevista personal está mal vista, desvalorizada. Sin embargo, yo la sigo utilizando porque para mí el “contacto físico” sigue teniendo muchísimo valor. Y desde luego la utilizo como instrumento antiprisas.
Reivindico mi derecho a oírte, a verte, a saber cómo te mueves, a escuchar tus ideas. Y para ello me reservo un tiempo que procuro que sea largo. Soy consciente de que el/la candidat@ está presionad@, asustad@ y cohibid@. De ahí que amb@s debamos disponer del tiempo necesario para situarnos y tranquilizarnos.
Si para el/la condidat@ la entrevista suele ser la última oportunidad de acceder a un puesto concreto, para mí también: mi última oportunidad: la última para no equivocarme ni con el cliente, ni con l@s candidat@s, para no ser injusta.
Ah, para aquéllos a los que las prisas también le hayan traicionado: la solución es 79
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