Para
mi vergüenza como sevillana, como andaluza, como persona, seguro que ya
conoceréis la noticia de un chico de 23 años, con 30 kilos de peso, que ha
muerto en un Albergue Municipal de mi ciudad.
Este
chico, como seguro se notaba a simple vista, presentaba desnutrición y
deshidratación, diagnosticadas por los médicos de un HOSPITAL PÚBLICO, que le
dieron el alta poco después de ser asistido. Eso sí, recomendaron su traslado
al Albergue.
Y allí fue trasladado: a un Albergue sin
servicio médico. Y allí murió: tumbado en unos sillones, esperando a que le
dieran de comer.
Se dice que ha muerto indignamente. Yo
creo que no. Que la indignidad es de quienes conociendo su estado no hicieron
nada para ayudarle; de quienes no quisieron preocuparse por él más allá de lo
estrictamente necesario, de lo justito.
La
indignidad es de quienes, desde una atalaya alejada de la realidad, imponen
recortes que jamás van a padecer. La indignidad es de quienes, amparándose en
esos recortes, se encogen de hombros y se escudan en que han llegado hasta el
extremo último que les permite la ley.
La
Ley; sí, ese instrumento en el que nos amparamos cuando nos interesa pedir, al
que recurrimos a la velocidad del rayo cuando nos favorece. El mismo
instrumento que invocamos con mayor rapidez aún cuando nos permite cerrar los ojos.
Pero
no me tomen por tonta: también la ley asistía a este joven. El artículo 41 de la Constitución, de
nuestra sagrada norma fundamental, de la primera norma de nuestro ordenamiento
jurídico, de esa norma que nos sirve para presumir de vivir en un Estado Social
y Democrático de Derecho, aquélla norma de la que (no nos olvidemos)
emanan las competencias, derechos y obligaciones de tod@s (incluidos los que
gobiernan) dice que: Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social PARA
TODOS LOS CIUDADANOS que garantice
la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad,
especialmente en caso de desempleo.
Y
remarco lo de ciudadanos, porque esa norma ampara a todas y todos, españoles y
extranjeros. Ah, es que Pietr era polaco.
Eso sí querido Pietr, quédate tranquilo
que ahora tendremos dos o tres días de acusaciones, investigaciones, excusas y
bombardeo de noticias sobre lo que te ha ocurrido. Vamos, que tu caso va a ser investigado hasta
....... hasta que nos dé por otra cosa o nos encontremos con un horror peor o más
llamativo.
Querido Pietr: no has muerto indignamente. Te
han dejado morir los indignos inhumanos y las indignas inhumanas que se han tapado los
ojos, la nariz, la boca y el corazón para no ser testigos de tu desenlace.
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